lunes, 27 de junio de 2011

Contraste Turquesa

El paisaje cambia drásticamente si vas en un autobús de zona hotelera - centro en la ciudad de Cancún, al arranque del motor, por las ventanillas, comenzamos por las regiones, algo así como colonias, asentamientos urbanos construidos como en desafío a la naturaleza, donde se pueden observar, tanto frágiles unidades habitacionales en patrón, como fuertes palapas construidas en el monte (sic) (maleza). Esta urbanización "rural" es el lugar donde se dan cita los hechos que mantienen a Benito Juarez (Cancún) a la cabeza en cuanto a los suicidios se refiere y no falta, en la gran mayoría de casas pobres, un ejemplar del periódico local "De Peso" ($4.00) que hojea un niño observando dos fotos en la portada:Una mujer impactada en la cabeza por una escopeta, quedando sólo de la naríz hacia abajo y una rubia de senos operados y bótox en los labios en una posición insinuantemente sexual, y además de baldíos donde puede aparecer en cualquier momento un pequeño mamífero o un cuerpo putrefacto y degollado por los temido sicarios (zetas y pelones)
A casi medio camino, comienza en la parte céntrica de la ciudad, un hormiguero heterogéneo de personas de todos lados y es aquí donde se puede ver el corazón de la ciudad en todo su resplandor (¿o decadencia?) todo un inconcebible fluir de gentes, contando a aquellos procedientes de pueblos con su blackberry y gringos estirando la mano, pasando por derruidas y olvidadas construcciones, en contra de nuevas y límpidas plazas, vendedores del infierno de las drogas y templos aduanales vendiendo el paraíso, teporochos y gente nais, niños vendiendo cigarros y ancianos vendiendo semillas, asaltantes tatuados sin playera y asaltantes detrás de escritorios en casas de empeño, citadinos con añoranzas rurales y pueblerinos arribistas, gente que maldice y presagia la extinción de esta ciudad, así como defensores del paradisiático destino turístico.
MIentras la arquitectura va cambiando, nos avisa que llegamos a la zona hotelera, una valla de concreto electrificada e infranqueable por casi toda la costera de cancún, al inicio por un lado agua dulce (laguna) y por el otro salada (mar) hoteles y plazas presumiendo su herencia maya y cobrando en dólares, menospreciando al paisano por piojos (que no dan o dan muy poca propina) y poniéndose el sombrero de bufón ante los americanos güeros (como conocen a los estadounidences, gringos).
En el camión turistas adueñándose del ambiente del camión (por gritones) y uniformados con el peso exesivo de un gafete con la palabra monotonía, escrita en mayúsculas, afuera, tumultos de gente encaminándose a la playa, sandalias, gogles, shorts, bikinis, bronceador, maletas, comida y chelas...
Bajando del camión al caminar hacia la playa, se vislumbra el azul turquesa del mar, en contraste con el gris ciudad, sólo la arena fronteriza delimita los drásticos paisajes. Al observar el horizante marítimo, pareciera que su inmensidad acecha con su pasiva fuerza todos los recursos mentales complejos de la mente, dejando a un ser davidesco inofensivo desarmado, contra un manso y omnipotente Goliat, armado de seres abismales y furiosos escualos. Las olas empujando y jalando a la gente como manos que acarician y destruyen, demuestran sin amenaza, que no hay contrincante tan feróz y amoroso como el mar... Turistas y locales se dan gusto sintiendo el inclemente sol, tostando y quemando el bullicio de la ciudad, además mujeres preciosas que invitan a envidiar al sol, por ser él quien sólo acaricia sus misteriosas y variadas figuras, sólo caricias oftálmicas... NIños jugando, borrachos dormidos, reuniones familiares, vallas resguardando a los turistas extranjeros del bulgo...
Dentro del mar no hay nada, solo el recuerdo primigenio del líquido amniótico y esa sensción de bienestar y goce que nos recuerda el vientre materno un deseo de jamás salir de ahí... Al nacer (salir del mar) regresan de nuevo los contrastes, la introspección es inevitable y el camino de regreso un inventario de vida (al menos para mi): situaciones desesperantes, deudas, frustraciones, deseos incumplidos, deberes morales y un largo etcétera, junto con fortalezas y esperanzas, oportunidades, valor, optimismo y el deseo de volver a empezar una vez más.
Cancún es una ciudad muy jóven (37 años) con achaques de anciano, tan contrastante y contradictoria, con muchas preguntas y respuestas, dos serpientes que se devoran la cola (Khan Kun: nido de serpientes), que cambian de piel como de habitantes, el cielo tan cerca del infierno, un deseo de permanencia con un boleto de viaje en mano...

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